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La Opinión Editorial 22 de enero 2003 Urge
acuerdo migratorio Por un lado, la falta de oportunidades, la crisis del campo, la tradición migrante, entre otros factores, impulsan a los trabajadores mexicanos a atravesar la frontera norte de su país. Como lo ilustra muy bien nuestro corresponsal Francisco Robles en su reciente reportaje sobre el tema, los migrantes le han ido perdiendo el miedo al cruce, a pesar de las escalofriantes estadísticas de mortalidad en esa aventura. Pero el riesgo parece serles preferible a la desolación de una vida sin esperanza en su tierra. De este lado de la frontera, la economía sigue aprovechando las ventajas de una fuente inagotable de mano de obra barata, siempre sumisa y atemorizada. Esa mano de obra migratoria subsidia la economía, encargándose de los oficios más duros y peor pagados. Los estrictos mecanismos de vigilancia fronteriza cumplen el rol de seleccionador natural, de modo que sólo los más fuertes y hábiles logran cruzar. Es esa, pues, una dinámica deshumanizante. Como lo documenta el informe de la relatora de la ONU para los derechos de los migrantes, Gabriela Rodríguez Pizarro, sobre la frontera entre México y Estados Unidos: "En un sinfín de casos los migrantes son extorsionados, abandonados, engañados y/o violentados" por los "pasantes" que les ayudan a cruzar la frontera. Diplomática al fin, la relatora encontró, sin embargo, razones para afirmar que "ambos gobiernos están realizando esfuerzos para mejorar la situación de los migrantes en su frontera común". Esos supuestos esfuerzos no han conseguido mejorar nada en realidad, pues las muertes siguen, los abusos persisten, y las tragedias se repiten una y otra vez. Y los trabajadores indocumentados en Estados Unidos siguen en un limbo legal, sin derechos, y expuestos a abusos y explotación, siempre bajo el temor de ser deportados. En ese sentido, la reciente constitución de la agrupación de Organizaciones de Mexicanos en el Exterior (OME) es un hecho esperanzador, que permitirá a los mexicanos de este país, tanto naturalizados como residentes legales, como indocumentados, asumir su propia vocería en la defensa de sus derechos en ambos países.
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